viernes, 17 de agosto de 2007

COLISEO DE ROMA - NUEVA MARAVILLA DEL MUNDO

El superviviente anfiteatro Flavio es la estampa más inconfundible de la Roma actual. Su perfil surge imponente al final de la Via de los foros romanos. Desde fuera sobrecogen sus 48 metros de altura y la geometría precisa de sus arcos, lo que no se nota desde fuera es su forma oval, ya que tiene 189 metros de largo y 156 de ancho. Cuenta con un perímetro elíptico de más de medio kilometro.

La historia nos cuenta que la ceremaonia de inauguración duró más de 100 días. La obra se comenzó en al año 70 d.c. por orden del emperador Vespasiano, en los terrenos de la Domus Aurea, la ciudad palaciega de Nerón.

El coloso llamaban a la estructura de ahí que se quedará con el apodo del coliseo. La construcción la culmina Domiciano y es éste quién en el año 82 d.c. organiza la fiesta de apertura.

Las fachadas y estatuas se cubren de guirnaldas y banderolas para la ocasión. Las estatuas ocupaban cada uno de los 80 arcos de cadauno de los tres pisos.

Se dice que el dinero para su construcción salió de la toma de Jerusalén.

En el evento de inauguración se decía que iban a morir 5000 animales, eso sí, en riguroso orden. Todos acudieron, la familia imperial, aristocratas y magnates que colaboraban económicamente en el espectaculo, senadores, magistrados, consules, sacerdotes, vestales, aristocratas no senadores, ciudadanos distinguidos, tribunos, pueblo llano, en la parte portificada las mujeres, y así hasta 50000 personas. Pueden parecer muchas para la época pero en caso de peligro serían rapidamente evacuadas gracias al bien calculado plan de vomitorios, pasillos, escaleras y salidas.

Hoy en día a los turistas nos cuesta mucho imaginara aquellos espectaculos de lucha y sangre, cristianos devorados por las fieras, cuando deambulamos por su interior. La ultima lucha con animales fue en el año 523. Las luchas de gladiaroes habían sido prohíbidas en el siglo V. Después el anfiteatro pasó a manos de la Iglesia y llegó incluso a ser fortaleza. El papa Benedicto XIV lo declaró sacro en 1749 en memoria de los mártires.

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